Primeras
entregas narrativas
La producción literaria de Francis
Scott Fitzgerald se inició, a comienzos de los años veinte, con la publicación
de su novela titulada This side of paradise (A este lado
del paraíso, 1920), una opera prima en la que el joven
narrador de Minnesota cifraba, en la reconstrucción de varios episodios
autobiográficos, la desilusión de toda una generación de norteamericanos que,
desolados por la guerra mundial y la posguerra, se habían hallado de pronto con
todos sus sueños rotos y sus vidas vacías, por lo que afrontaban el paso a la
madurez con "todos los dioses muertos, las guerras combatidas [y] la
fe en el hombre destruida". El eco que halló esta narración entre los
miles de estadounidenses que se vieron perfectamente reflejados en sus páginas
convirtió a su autor en un hombre rico y famoso, quien enseguida se aprestó a
renovar el éxito de su opera prima con una segunda entrega
novelesca en la que pretendía seguir explotando el filón costumbrista de las
vivencias de la juventud norteamericana contemporánea.
Llegó, así, a los escaparates de las
librerías la segunda novela de Fitzgerald, titulada The beautiful and
damned (Hermosos y malditos, 1922) y publicada el mismo año en
que vio la luz también su segunda recopilación de narraciones breves, recogidas
en el volumen Tales of the jazz age (Historias de la edad
del jazz, 1922). Hermosos y malditos -que no alcanzó la
misma difusión que la primera entrega novelesca de Fitzgerald-, es un brillante
estudio sobre los sueños y el desencanto de la juventud americana de la época,
reflejados en las ansiedades y disipaciones de una pareja de jóvenes adinerados
(y, en consecuencia, muy relacionados también con la propia peripecia vital del
autor y de su esposa Zelda). El relativo fracaso de ventas de esta novela se
vio compensado por el apabullante éxito cosechado por los cuentos de
Fitzgerald, que, además de permitirle seguir manteniendo el vertiginoso ritmo
de vida que llevaba, le convirtieron en el máximo exponente de la literatura
generada por esa "edad del jazz" a la que el propio escritor de Saint
Paul había dado nombre desde el título de su colección de relatos. Un año antes
de que vieran la luz estas publicaciones, Francis Scott Fitzgerald había dado a
la imprenta su primera colección de narraciones breves, presentadas bajo el
título de Flappers and Philosophers (Chicas y filósofos,
1921). Su acreditada maestría en el difícil género del cuento le permitió
escribir, a lo largo de su relativamente corta trayectoria literaria, más de
ciento cincuenta relatos que, por el éxito logrado entre críticos y lectores,
le convirtieron en uno de los mejores exponentes de la narrativa breve escrita
en lengua inglesa durante la primera mitad del siglo XX. De entre todos estos
cuentos -muchos de ellos publicados en periódicos y revistas-, Fitzgerald
selección cuarenta y seis para agruparlos en cuatro colecciones impresas en
formato de libro: las dos ya mencionadas, y las tituladas Todos los
hombres tristes (1926) y Taps at reveille (Toque
de diana, 1935).
A los pocos meses de haberse asentado
en Francia, Francis Scott Fitzgerald dio por concluida su tercera novela
extensa, publicada en su país natal bajo el título de The great Gatsby (El
gran Gatsby, 1925). Sin lugar a dudas, se trata de una de las mejores
novelas de todos los tiempos escrita en lengua inglesa, y una de las que más
han influido en la narrativa contemporánea universal. Desde una asombrosa
madurez literaria alcanzada cuando aún no había cumplido los treinta años de
edad, el escritor de Minnesota concibió una narración "indirecta" en
la que, cediendo a un ficticio testigo de los hechos la responsabilidad de
evocarlos y relatarlos (a la manera de Henry James o Joseph
Conrad), logró reconstruir de manera tan mágica como dramática la penosa
evolución del sueño americano. En esta obra, Fitzgerald exhibió un deslumbrante
talento a la hora de analizar y satirizar las emociones y motivaciones de las
clases acomodadas estadounidenses, obsesionadas por una constante persecución
del éxito que, en su violento choque con su tendencia implícita a la
autodestrucción, acabó colapsando definitivamente el viejo mito del sueño
americano.
La novela relata algunos de los
episodios más destacados de la vida del opulento Jay Gatsby, vistos a través de
los ojos del joven agente de cambio Nick Carraway, que vive en las afueras de
Nueva York junto a la suntuosa mansión del protagonista. Todo el mundo hace
comentarios acerca de la inmensa riqueza y la conducta extravagante de Gatsby,
pero pocos saben que, en realidad, toda su grandeza externa y aparente procede de
sus conexiones con el mundo del hampa. Por medio de su relación de vecindad con
el agente de cambio, el gran Gatsby vuelve a tener noticias de Daisy, una prima
de Nick Carraway de la que estuvo enamorado, tiempo atrás, el ahora enriquecido gánster.
Cuando se vuelven a encontrar, Daisy, que está casada con el también rico, pero
extremadamente zafio Tom Buchanan, cae de nuevo rendida ante la actitud
conquistadora de Gatsby, quien la seduce con sus originales y apasionadas
muestras de amor. Entretanto, el esposo de la adúltera establece, a su vez, una
relación extra matrimonial con Myrtle Wilson, a la que Daisy mata
accidentalmente cuando va al volante de un coche que pertenece a Gatsby. En su
intento de proteger a la mujer que ama, Gatsby cae víctima de las maquinaciones
de Tom Buchanan, quien, ya reconciliado con su legítima esposa, asegura a
Wilson -el marido de la atropellada Myrtle- que era el extravagante millonario
quien conducía el coche que acabó con la vida de su esposa. La degradada vida
del matrimonio Tom-Daisy continúa siendo igual de lujosa y aburrida una vez que
Wilson se suicida, después de haber asesinado al gran Gatsby.
Casi diez años después de la aparición
de The great Gatsby, Francis Scott Fitzgerald dio a los tórculos
otras de sus novelas que, por méritos propios, se convirtieron pronto en
grandes clásicos universales de las Letras norteamericanas. Se trata de Tender
is the nigth (Suave es la noche, 1934), una brillante narración
abierta en la que los temas predilectos del escritor de Minnesota (el lujo, el
dinero, el éxito, la fama, la felicidad, la fascinación, el despilfarro, etc.)
volvieron a encontrar una nueva formulación literaria, enmarcada también en un
mundo de fastuosa opulencia, pero dominada ahora por el ambiente espectral que
generan los sueños, la locura y el alcoholismo de los protagonistas. Plagada,
pues, de constantes reminiscencias autobiográficas de la unión conyugal del
autor con Zelda Sayre, Suave es la noche cuenta la historia
del matrimonio formado por el joven psiquiatra Dick Diver y la bella Nicole
Warren, quien padece graves crisis esquizofrénicas desde que mantuviera una
relación incestuosa con su padre. La fortuna de los Warren permite al
matrimonio instalarse en Francia, donde Dick -que ya no necesita ejercer su
profesión- prepara un libro mientras disfruta el "sueño dorado" que
les facilita, a él y a Nicole, vivir en la opulencia entre la Riviera y París,
rodeados de un selecto círculo de amistades.
Forman parte de este grupo el
compositor alcoholizado Abe North, que propaga su amor a la bebida entre todos
los amigos; el soldado de fortuna Tommy Barban, que pronto se enamora de la
hermosa y frágil Nicole; y la no menos bella actriz de cine Rosemari, una
bonita joven norteamericana que, siguiendo el camino marcado por Nick Carraway
en El gran Gatsby, ha servido a Fitzgerald para presentar al
lector, a través de su mirada inocente, la vida del matrimonio Diver-Warren al
comienzo de la novela. Los "días de vino y rosas" que vive este grupo
de jóvenes alegres y ociosos comienzan a amargarse cuando Dick, enamorado de la
joven actriz, cae en la dependencia alcohólica y pierde, por ello, el
equilibrio, la seguridad y la entrega que sabía poner a disposición de todos
sus compañeros, y muy especialmente de su delicada e insegura esposa. Al perder
el apoyo que había encontrado en Dick, la salud mental de Nicole se
resquebraja, lo que a su vez provoca la ruptura definitiva de su matrimonio.
Nicole cae en las redes amorosas del oportunista Tommy Barban, y Dick Diver,
atrapado por las suaves pero poderosas fuerzas de la noche, se deja arrastrar
en su acelerada degradación y abandona, sin dejar rastro alguno, el grupo de
amigos, para regresar a los Estados Unidos.
Como ya se ha indicado en parágrafos anteriores,
la discreta acogida deparada a una obra maestra como Suave es la noche -prácticamente
una confesión novelada de las penosas vivencias del autor al lado de Zelda
Sayre- sumió a Francis Scott Fitzgerald en una grave crisis de la que sólo
logró recuperarse -y bien es cierto que nunca del todo- merced a su propósito
de recobrar el éxito de sus años juveniles con la redacción de guiones para la
industria de Hollywood. Compaginó esta dedicación al mundo del cine con la
escritura de algunos ensayos que, publicados póstumamente por su amigo y
"guía intelectual" Edmund Wilson bajo el título de El
crack-up (1945), incluían, entre otros textos diversos, tres
dramáticos testimonios de dicha crisis escritos en 1936 para la revista Esquire.
Pero, además de estos ensayos,
Fitzgerald comenzó a redactar, aprovechando su experiencia en la industria del
cine de Hollywood, una nueva novela que, aunque inconclusa por la repentina
muerte del autor, ha pasado a la historia de las Letras estadounidenses como el
auténtico testamento literario del escritor de Minnesota. Bajo el título de The
last tycoon (El último magnate, 1941), esta obra póstuma
reconstruye y analiza la derrota postrera de un hombre genial que, desde el
inevitable recuerdo de la figura del propio Fitzgerald, cobra ante los ojos del
lector la dimensión simbólica de un dramático trasunto literario del escritor
envejecido, alcohólico y olvidado. Por estas y otras circunstancias que, ya
expuestas anteriormente, identifican la peripecia vital de Francis Scott Fitzgerald
con numerosos personajes y situaciones de su magnífico corpus narrativo,
el propio autor de Saint Paul se convirtió durante muchos años en una especie
de protagonista de su sórdida leyenda; sin embargo, pronto fue rehabilitado por
una crítica literaria norteamericana que, aunque algo lenta de reflejos a la
hora de valorar a su debido tiempo la importancia de dos novelas como El
gran Gatsby y Suave es la noche, supo a la postre
reconocer en la prosa concisa y elegante de Fitzgerald algunas de las mejores
páginas de la literatura estadounidense de todos los tiempos. Triunfó, así,
tras su muerte la imagen de un prosista sobrio y refinado que, obsesionado
siempre por la economía compositiva, supo convertir en símbolos universales
cada uno de los objetos, imágenes y personajes que poblaban sus obras; un
escritor, en fin, dotado de una deslumbrante capacidad para transformar en
material poético la triste degeneración del ideal romántico del sueño
americano, reflejada con una riqueza de matices propia tan sólo de quien había
sido durante algunos años víctima ilusoria de esa falsa grandeza.
Fuente: texto extraído de http://www.mcnbiografias.com
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